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La gran mentira de las startups: El Derrumbe Existencial de San Francisco


Startups, gentrificación, hipsters, millennials, apagan la identidad única de la ciudad californiana

POR DANI GARCÍA ( @DANIGARCIAUSA )

La gran mentira de las startups

«Es la época más triste de la historia de esta ciudad». La marihuana zarandea a Marc; esta tarde ha fumado más de lo normal. «Esta es una ciudad romántica que está siendo arrasada por todo este rollo de la tecnología», vocaliza sorprendentemente bien. En su silueta perenne con el porro y viendo a los Giants, este profesor cuarentón de escritura en UCSF tambalea su estatura antiamericana lamentándose de que está demasiado colocado, pero no le falta razón: San Francisco es una ciudad que está perdiendo su alma.

La ciudad del norte de California se ha construido siempre sobre pioneros. Pocas horas después del devastador terremoto de 1906, los sanfranciscans ya estaban construyendo sus nuevas casas. Pero las explosiones económicas siempre han sido por oleadas: la fiebre del oro, los hippies, el boom del puntocom y, ahora, las startups. «Yo viví el puntocom y la gente de ahora es como más sosa. Por entonces había fiestas en todos lados porque los jóvenes ganaban dinero y lo celebraban. Pero…¿ahora? Solo están preocupados en crear proyectos, no tienen tiempo para vivir». Irene, natural de Chicago, trabaja en una ONG que asiste por la noche a los sintechos de la ciudad, cerca de 6.500 según reportes de las autoridades locales. Muchos de ellos duermen en SoMa (South of Market), la zona por excelencia de los techies desde que el gobierno de la ciudad respaldara hace tres años un programa para traer Silicon Valley al corazón de San Francisco. Charlamos bajo el penetrante frío de la bahía, en Market Street, donde presenciamos cómo son «desalojados» de las calles a las cuatro y media de la madrugada por trabajadores del Ayuntamiento, un par de horas antes de que jóvenes millennials, la mayoría llegados a California de otras partes del país y del mundo, recorran estas calles para seguir codiciando una porción de éxito.

«El dinero de la tecnología está destripando la personalidad, estética y carácter original y único»

El movimiento antitecnología empieza a generalizarse, especialmente en los habitantes nativos de San Francisco cabreados por los alquileres desorbitantes que han traído las startups. Pero sobre todo porque creen que todo ese dinero está destripando la personalidad y estética original y única por las que siempre se ha conocido a San Francisco, gente agradable, cálida y con una vida laid-back (relajada).

—¿Ves a la gente de este bar? –me dice mi amigo Isaac, prototipo de californiano del área con predisposición innata al buen rollo.

Estamos en un bar estándar de Mission District, solapada al oeste de SoMa, un hervidero y referente hipster internacional.

—Esta no es mi gente, no me siento identificado. Programadores, financieros… no son de aquí. Los que somos de San Francisco ya no podemos permitirnos vivir aquí por esta gente.

No tardamos en movernos de bar en este comienzo de la noche. De camino nos asalta a la vista un complejo de apartamentos de lujo que, arquitectónicamente, asesina el paisaje.

—Esta es la mierda de la que te hablo —sube la voz—, una macarrada de Miami Beach en medio de ‘La Misión’.

Llegamos al típico dive (cutre) bar americano. Pedimos turno para el billar y bebemos unas Tecates que sirven directamente en lata, cerveza mexicana y la más barata en cualquier bar entre las varias opciones que suele haber. Llega Tyler, amigo de Isaac, clásica silueta surfera y cálido de palabra como cualquier nativo del norte de California.

—Me crié cerca de aquí, en una familia de clase media —me dice Tyler—, ahora no puedo. Tengo 26 años, si quisiera formar una familia aún menos. No es solo el alquiler, son las escuelas, ir a un restaurante… las cosas básicas. Como otros amigos de familia trabajadora, me he tenido que mudar a Oakland.

«¿Qué ha ocurrido con el espíritu iconoclasta de San Francisco?»

San Francisco es el nuevo epicentro mediático de la innovación, el consumo desatado y los alquileres desproporcionados. Una ciudad que era el campo de cultivo de la contracultura es ahora inhabitable para la mayoría de la gente normal, está siendo estrangulada. ¿Qué ha ocurrido con el espíritu iconoclasta de San Francisco? La razón originaria que, posteriormente, ramifica en otras muchas: las startups.

Las startups ya no se crean por ex directivos de Microsoft de polo y pantalones chinos. Todos somos CEO, CMO, CCO… Un vagón de metro puede ser un sitio para hacer coworking. Se dice treinta veces al día ‘social’ y veinte ‘startup’. Se pivota, se pivota y después se pivota. No se concibe una oficina sin mesa de ping-pong, videoconsola de los noventa, piscina de bolas, sillones en forma de huevo y puffs. A veces hay más becarios que empleados, por supuesto sin pagar, incluso existe la figura del metabecario, el becario sin salario que aspira a un puesto de becario con salario.


Your Loan Isn't Your Life

Un estereotipo general retratado con comicidad objetiva en la reciente serie de la HBO Silicon Valley y que se ha propagado con éxito para seguir engrasando el sistema económico. Mientras, la realidad es que muchas startups, que ni siquiera han hecho un dólar en ventas, han sido vendidas por millones (Instagram), se producen fiascos de 25 millones de dólares (Clinkle) o algunos niños-bien adiestrados por ese mensaje de avaricia —«tu trozo de éxito en este mundo»— vocean públicamente que les parece «grotesco» que haya vagabundos en la calle de su oficina, Market Street (unas declaraciones desafortunadas del CEO de AngelHack, Greg Gopman). Es el molde del tech bro (el emprendedor tecnológico macho alfa) en San Francisco. En Nueva York, la gente de Wall Street saben que son unos capullos, les gusta. En Los Ángeles, viven a gusto en su superficialidad, la reconocen y disfrutan. En San Francisco, los techies creen que están salvando el mundo con sus startups.

—La gran mentira de las startups —dice Marc encuadrando la frase sobre el aire con sus manos.
Estoy en el despacho de Marc en UCSF. Ahora no está fumado por razones obvias y me pide consejo sobre cómo encarar una clase de escritura con alumnos de habla no inglesa mientras entremezcla titulares propios de una persona que conoce esta ciudad desde hace 43 años.

—Viene a ser lo mismo que los carroñeros avariciosos de Wall Street de la Generación X. Ha cambiado la forma de trabajar, sí, pero no la fría ambición por el dinero y el deshumanizante concepto del éxito. Son cínicos, buscan una porción de éxito a costa de todo, y no tienen una vida normal con tiempo libre.

«Entre el 80-90% de las startups fracasan, mientras que el 44% de las PYMEs salen adelante»

Entre el 80 y 90% de startups fracasan en sus primeros años de vida en Estados Unidos, mientras que el 44% de los pequeños y medianos negocios, las que se han llamado ‘mi negocio’ de toda la vida, sobreviven en los primeros cinco años de vida según datos gubernamentales. Da la sensación de que las startups no son más que otro alimento de la imparable rueda del neoliberalismo.

El guión de la gentrificación

Nueva York es el arquetipo histórico, pasado y presente de gentrificación, una ciudad que devora y marca los ciclos económicos, sociales y culturales. Ha ocurrido siempre, en SoHo, Tribeca y Greenwich Village en los setenta y ochenta. Todos eran el epicentro de los bohemios y ahora son pasto de franquicias, boutiques de lujo y una lista interminable de apartamentos de famosos. Ha ocurrido recientemente en Brooklyn; el monstruo se quedó sin alimento en Manhattan y cruzó el East River. En poco más de diez años, Williamsburg ha sido transformado de un área residencial pobre y adormilada de judíos, europeos del este e hispanos de clase trabajadora, en habitantes con barba y tatuajes que pertenecen al menos a una banda, escriben en un blog y pasan las noches desarrollando proyectos. Pero Nueva York no tiene límites, el tsunami gentrificador se extiende a las viejas fábricas reconvertidas en lofts de Greenpoint (norte), los barrios residenciales y de clase trabajadora de East Williamsburg y Bushwick (este, sureste) y la emergente Fort Greene (sur) donde se erige el nuevo Barclays Center de los Brooklyn Nets, del que ahora todos son fans de toda la vida. Es, como lo llama Spike Lee en un brillante discurso, el jodido síndrome de Cristóbal Colón. Incluso en Harlem, siempre pintado como un nido de peligrosidad, el 90% de sus habitantes de la zona este sufren el mismo destino.

«Como dice Spike Lee, la gentrificación es el jodido síndrome de Cristóbal Colón»

A día de hoy, Nueva York afronta una crisis de vagabundos peor que la época de la Gran Depresión. Los alquileres se disparan y las ayudas para desarrollo de inmuebles de lujo son las mayores en toda la historia de la ciudad mientras hay recortes en los servicios para los sintechos y la vivienda asequible ya no lo es. Se tiran abajo aparcamientos de residentes, parques infantiles y centros comunitarios para construir casas de lujo en ese terreno. En la serie Boss, bajo esa dura caricatura de la política y con el telón de fondo de Chicago, se plasma perfectamente la absorción por el sistema de la gestión de la ciudad de nuestros días como un producto. Los ayuntamientos permiten que empresas privadas (bajo corruptelas asentadas) inviertan grandes sumas de dinero de las que, por supuesto, salen beneficiados.

El hecho es que la gentrificación puede afectar a cualquiera y casi siempre negativamente. No soluciona problemas, simplemente los mueve hacia fuera, incluso es un problema público de salud tal como reconoce el Centro de Control y Prevención de Enfermedades estadounidense (más niveles de estrés, violencia, crimen y enfermedades mentales).

«La ciudad de nuestros días se gestiona como un producto»

«¿Es San Francisco Nueva York?», se pregunta New York Mag. La avalancha gentrificadora hace que la ciudad californiana ya haya sobrepasado en cifras a la Gran Manzana en la categoría de ‘desorbitantes alquileres’. ¿Dónde se están yendo los sanfranciscans? A East Bay, Oakland, ciudad de innata clase trabajadora, al otro lado del Bay Bridge donde los arrendamientos son más baratos.

«Hasta en Santa Cruz están notando la subida de precios». Santa Cruz, la misma de Surfin’ U.S.A. de los Beach Boys, una preciosa localidad costera a una hora y poco de San Francisco, sufre el terremoto de los alquileres. Davy es un espíritu californiano con pasaporte británico adherido ya a la personalidad del Pacífico desde hace diez años, pero no ha perdido el gaznate de las islas. Parece el hermano gemelo olvidado de Russell Brand. «Vivir en San Francisco es una locura, y esto es una burbuja que en algún momento va a estallar por algún lado».


MISSING: Have You Seen My Soul?


La regulación inmobiliaria y de los arrendamientos en la ciudad californiana es prácticamente nula, favorece por completo a los propietarios especuladores que, amparándose al laberinto legal de la llamada Ellis Act del estado de California, pueden desahuciar a sus inquilinos sin que estos tengan prácticamente derechos. En San Francisco, los desahucios bajo esta ley han subido un 170% desde febrero de 2010 al mismomes de 2013 según informes del Ayuntamiento. Ello desemboca, junto al hecho de que construir en la ciudad es casi imposible por cuestión de espacio y la cada vez más atacada regulación de edificios altos que preserva la estética de la ciudad, en una oferta escasa a la hora de buscar apartamento. «Es un escenario propio de Los Juegos del Hambre», como cita New York Mag. El símil no es exagerado: se puede escribir un libro de las técnicas y trucos que emplea el cazador de casa entre 20 y 35 años, desde ponerse la alarma a determinadas horas del día (incluso de madrugada) porque los primeros que contestan a los anuncios de Craigslist tienen más posibilidades, al uso de determinadas palabras en la descripción de tu perfil.

«La regulación inmobiliaria de San Francisco favorece por completo a los propietarios especuladores»

Pero no es solo el alud de no saber qué hacer con la riqueza lo que hace a San Francisco ser Nueva York, sino el extravío de su natural identidad. Gotham es Gotham desde hace años. Pero San Francisco era hasta hace poco esa ciudad a la que te mudabas porque eras demasiado raro para Los Ángeles y demasiado vago para Nueva York. El sitio perfecto donde encajaba tu personalidad estrafalaria y loca, sin fronteras y sin pose. Ahora, donde había una tienda de porno hay una cafetería donde tomarse un café sin ordenador o tablet te hace sentir mal, una escena inequívoca de la Gran Manzana.

Los actores del sistema

El sistema recuperó un viejo concepto para asesinar su esencia psicópata y filosófica y disfrazarse con su cuerpo: hipster. «Los hipsters actuales son un tipo de subcultura generada por el neoliberalismo, cuyos valores exaltan la reacción política enmascarada de rebelión bajo una fachada de vicio», es decir, el ‘postureo’ de toda la vida, como analiza el sonado libro de Mark Greif, Qué fue de lo hipster. La imagen que se vende del hipster es aquel que combate el comercialismo y la estandarización que nos define día a día, pero todo reducto diferenciador es una oportunidad comercial; la saciedad del sistema lo encontró para producirlo en serie porque necesitaba una imagen para el motor del desarrollo urbano y comercial de las ciudades, una tendencia de identidad y gustos que poder vender. Después, tras la explosión de la burbuja del puntocom, el neoliberalismo necesitaba un nuevo ciclo para engrasar sus engranajes del futuro: las startups. Entonces, inevitablemente, el mundo de los hipsters y las startups colisionan. ¿El resultado? Nace un nuevo cuento: los millennials.

«Nos venden una definición de éxito y de sueños necesaria para que siga funcionando el sistema»

«Los millennials son un grupo de 80 millones de personas (en Estados Unidos) nacidos entre 1980 y 1996 que tiene valores comunes como la falta de autoridad, alta tolerancia, cercanía con su familia, deseo de compromiso y un gran nivel de optimismo. Se cuestionan el funcionamiento del sistema». Este concepto sobre los millennials o «generación Y» es cuestionable y propagandístico, no solo porque exista un molde prefabricado distribuido por los medios de masas, sino porque vende una definición de éxito y de sueños que el capitalismo necesita renovar para que siga funcionando la máquina. Citando a Ignasi Giró sobre la ola de optimismo: «Por lo general, nuestros sueños, tienden a ser dibujos esbozados por egos sobrealimentados, destinados a disfrazar carencias en lugar de activar virtudes… Más si basas tu felicidad en alcanzar cumbres en lugar de disfrutar del camino recorrido hasta llegar a ellas».

«Somos una generación narcisista, cómoda de conciencia y carente del sentido real de rebelión»



Nuestra generación es ese producto que cree cuestionar el sistema, pero trabaja para él, amorfinado principalmente por las industrias culturales. Se canibalizan las subculturas, se estandarizan hasta que se agotan y quedamos dependientes del siguiente ciclo porque estamos innatamente diseñados para necesitar algo. En San Francisco, hasta hace unos años, podías encontrarte de repente tanto una librería anarquista como un tío recubierto de purpurina; no había un motivo o necesidad para que existieran ambos, por eso la crisis existencial y muerte de espíritu de esta ciudad se debe a «lo auténtico, sí, lo auténtico», como decía Lester Bangs en Casi Famosos.

—Falta la gente auténtica —me dice Tyler mientras nos fumamos un cigarro a la salida de un bar en Clarion Alley, un emblema artístico de la ciudad y el reflejo de esa identidad genuina de los 150 años de San Francisco.

Un sistema que se agota

Los Beatles son más populares que nunca. La furgoneta de Volkswagen ha vuelto. Los hippies son ahora hipsters. Los derechos de los negros se han convertido en los derechos de los gays. Vietnam es Irak. El LSD es el MDMA. Carol King es Lana del Rey. Amy Winehouse es la Janis Joplin de hoy. Woodstock es Coachella, Burning Man y Bonnaroo. Los vinilos vuelven a ser vinilos. Las tiendas de discos son Urban Outfitters. Y JFK es Obama. La historia es eminentemente cíclica.

«Todo se produce y consume, cada vez más, en ciclos más cortos»

Todo lo que vivimos ya ha existido, tiene otro nombre porque se renueva para que lo volvamos a necesitar, pero el problema es que «los ciclos del capitalismo se van agotando cada vez más rápido», me dice Irene. «Todo se consume más rápido, en ciclos más cortos y masivos, cine, moda, música, arte… bajo esquemas prefabricados. Hace cuatro años la tendencia era la moda e influencias en música de los sesenta; hace dos, la de los ochenta; ahora se lleva lo grunge». Cuando la moda y la música alcancen el presente, ¿volverá a girar el refrito? «La creatividad humana es el recurso económico definitivo», señala el economista Richard Florida en su teoría Creative Class. Florida apunta que para el buen desarrollo económico hay que estimular y atraer artistas, diseñadores, arquitectos… para que las ciudades prosperen económicamente. Neoliberalismo en su más plena esencia instrumentalizando la creatividad.

Pero el resultado esta vez no le está saliendo tan bien al sistema que chupa los ciclos más rápidamente. El sueño americano quiebra. En un país que se mueve única y exclusivamente por el dinero, el deterioro de la clase media, base económica de Estados Unidos, es progresivo porque no es sostenible que un hogar dedique más del 30% de sus ingresos a pagar una casa. América se hace vieja, los millennials pierden su independencia porque el país registra la tasa más alta en cuatro décadas de jóvenes viviendo con sus padres, un concepto poco usual para una sociedad programada para dejar el hogar a los dieciocho años, y la precariedad laboral en esta generación es incuestionable, porque lo de los becarios no pagados es el pan de cada día como en España.

«El sueño americano quiebra por el deterioro de una clase media de usar y tirar»



Hot Mess

Una clase media de usar y tirar, la primera línea de batalla del General Neoliberalismo. Los artistas, los hipsters, las startups, los millennials… somos nosotros. Es el modelo de nuestra fuerza humana, laboral, moral y ética. Es como esa escena de un capítulo de Los Simpsons cuando Bart se pregunta dónde estará el Pequeño Ayudante y le viene a la cabeza un señor con una pala echando perros a una caldera como si se tratara de carbón y voceando: «¡Más perro!».

—El apocalipsis hipster está cerca —canta Tulu.

«Only in San Francisco»

Tulu es un californiano de origen samoano que dice ser un sintecho.

—Dejé mi trabajo de cocinero, era demasiado estrés —lo dice mientras se bebe una cerveza y vemos el partido del Liverpool del que es fan acérrimo.

El tema recurrente con cualquier nativo de San Francisco es sobre cómo se está yendo a la mierda la ciudad, como en España es sobre la crisis. La gente está muy quemada.

Tulu divaga en teorías conspirativas, no parece estar en sus cabales. Lejos de que, con el paso de los minutos, me parece que Tulu miente más que habla y cuestione la salud de su cerebro, los prejuicios quedan al lado porque este samoano es la pura esencia de ciento cincuenta años de excentricismo, rareza e identidad única.

«El tema recurrente con cualquier nativo es sobre cómo se está yendo a la mierda la ciudad por culpa de la tecnología»

La hostilidad hacia la industria de la tecnología está en cada conversación. Por eso, los verdaderos sanfranciscans se están organizando contra este canibalismo económico que esta agrandando las desigualdades sociales, haciendo honor a sus genes ‘en contra de’. Los activistas empiezan a dar dolor de cabeza al alcalde Ed Lee, a quien el cuchicheo de la calle le sitúa en el bolsillo de las startups. El grupo de acción Eviction Free San Francisco (San Francisco Sin Desahucios) organiza escraches delante de las casas de los propietarios de los apartamentos, apareciendo en los medios locales un día sí y otro también.



Al activismo más feroz tampoco le hace ninguna gracia los ‘Google Buses’, los autobuses de startups equipados hasta el último detalle para hacer la media hora de San Francisco a Silicon Valley lo más cómoda posible a sus empleados. «Nos tratan como niños pequeños. Nos recogen casi en casa, nos deja en el trabajo y a la vuelta igual. No tenemos que preocuparnos de nada», se regodea Davy, quien trabaja en Yahoo! gracias a que su antigua startup fue comprada por el gigante estadounidense. Los manifestantes han bloqueado varias veces estos buses en protesta porque congestionan más de lo normal el tráfico, suben los alquileres de las zonas donde paran en más de un 20% y usan paradas de autobuses públicos sin pagar un solo dólar al erario público. Algunos han acabado con alguna pedrada en la ventana o sin neumáticos.

El movimiento antigentrificador que cruza el país desde Nueva York a San Francisco pasando por Austin se manifiesta también con propuestas más pacifistas que recuperan el espíritu colectivista de los sesenta. Las comunas hippies del nuevo milenio son casas de diez-doce personas donde se hacen actividades colaborativas, se enaltece la creatividad y el emprendimiento. Hay unos cincuenta sitios de este tipo en toda la bahía de San Francisco que, por espíritu, respiran la resistencia gentrificadora; sin embargo, el precio medio de la habitación (1.200 dólares) es más asociable a las ‘hackers houses’, casas que se encuentran fácil en Airbnb a las que llegan jóvenes de todos los rincones para «empezar a cambiar el mundo». Estas casas de hackers, como las de la serie Silicon Valley, son granjas de tech bros única y exclusivamente preocupados por desarrollar algo, ello implica descender en prioridad las relaciones humanas. En una de mis primeras búsquedas de apartamento en San Francisco topé con una de ellas en SoMa, donde me hicieron una entrevista para «saber si era si era aceptable para la casa», según rezaba el anuncio de Craiglist. Fui descartado al «no ser demasiado geek», según las palabras del llamado CEO de la casa, un israelí de rudo acento al que no le convencieron mis argumentos sobre mi sociabilidad con los vagabundos y que necesitaba algo barato unas semanas.

«El movimiento antigentrificador se manifiesta desde escraches hasta comunas de creatividad»

El último reducto son los pisos de alquiler controlado, propietarios que mantienen la cordura ante la infección de la gentrificación. Irene vive en uno de esos apartamentos, pero sabe que cuando a su casero no le quede otra opción del pacto verbal que tienen, tendrá que subir el alquiler.

—Llevo quince años aquí y cuando pase, volveré a Chicago —suspira.

Las ciudades y los barrios cambian, la historia lo prueba, en eso consiste la evolución. No podemos congelarlos y convertirlos en un museo. Es imborrable el progreso que aporta a la humanidad este monstruo económico, con una consecuente generación de empleo que cualquier ciudad del mundo querría. Pero ello no se riñe con abogar por un crecimiento de ellas más humano y natural no anclado en el city-branding.

—Crear más alojamiento que la población se pueda permitir es más eficiente financieramente que intentar mantener la ciudad tendenciosa y con las calles seguras en la mente de la gente —me comenta mientras me enseña algunas de las propuestas de la ONG para la que trabaja.


Only in San Francisco

Es domingo 20 de abril (4/20) en San Francisco, el día que se consume más cannabis del año y los fumaos brotan más de lo normal. Si ya es normal de por sí, solo puede ocurrir aquí. Además es Domingo de Pascua. Una caravana de seis coches recorre la calle 24 pitando como si hubieran ganado la Copa de Europa, pero no, celebran que «El Salvador Ha Resucitado» como tienen pintado en las lunas de sus coches: cosas de esta ciudad. Hay una carrera de triciclos colina abajo en Potrero Hill (Bring Your Own Wheels), disfraces de las Tortugas Ninja, vehículos hechos con cubos de basura y carritos de bebé diseñados como triciclos espaciales: un domingo cualquiera en San Francisco. Vuelvo a casa en el cuadro habitual de personajes que es el Muni de la ciudad (metro-tranvía), un colgao con auriculares enormes, gorra y monopatín baila a espasmos como cuando Phoebe corría por el parque. Mi risa y la del resto del vagón no es contenible. Mi acompañante de asiento me mira y me sonríe: «Only in San Francisco».

El reportaje ampliado se puede encontrar en el fanzine homónimo en las librerías: Enclave de Libros (Madrid), La Central de Callao (Madrid), Arrebato Libros (Madrid), La Central del Raval (Barcelona), y CCCB Laie (Barcelona). La presentación del fanzine es el miércoles 21 de enero de 2015 en Enclave de Libros (Madrid).

Fuente: http://www.yorokobu.es/el-derrumbe-existencial-de-san-francisco/
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A propósito de la nueva Ley de Beneficios Laborales: El problema de los empleados y sus beneficios


En nuestra sociedad latinoamericana reina la viveza en la población. La falta de ética y honestidad, así como la falta de profesionalismo un algo generalizado en la mayoría de la población. Y esto es un punto muy importante con el que un emprendedor tiene que luchar luego de haber sembrado la semilla de su empresa y ahora necesita expandirla.

Si bien en un inicio la empresa lo conformaba emprendedores dispuestos a trabajar mucho más de la cuenta, porque de todas formas es su emprendimiento; luego llega el momento de expandir la operación y contratar más personal suponiendo que se ha superado el tan temido valle de la muerte.

Es en este punto en donde empieza la selección de personal y contratación. ¿Cómo contratar adecuadamente? Este es siempre el dilema de toda empresa. Por un punto muy sencillo y es que dada nuestra “viveza” y “criollada” nos enfrentamos a cientos de postulantes que presentan hojas de vida muy bien elaboradas y gracias a esa “viveza” y “criollada” muchas veces estas hojas de vida están infladas con respecto de la realidad.

Lo he escuchado en empresas pequeñas así como en las más grandes empresas como por ejemplo mineras transnacionales. Habría que postular una nueva frase: “Hojas de Vida vemos, conocimientos y habilidades no sabemos” y es que normalmente no se refleja la realidad y si se comete un error en la contratación terminamos con profesionales que no responden al cargo, no tienen las capacidades ni habilidades esperadas (y requeridas) para que la operación funcione.

El resultado es obvio, es una catástrofe para tu empresa si es pequeña, ya que se evidenciará muy tarde, cuando estés cayendo y tu empresa deje de funcionar.

Y aquí volvemos a la “viveza” y “criollada” que vivimos en latinoamerica. ¿Te has preguntado que habilidad es la más reconocida entre los empleados cuando no se encuentran supervisados (cuando el jefe no se encuentra)? Muchos de ellos lo pregonan entre sus amigos pero nunca con sus jefes. Esta habilidad es la capacidad de un empleado de pasar todo el mes con la mínima carga laboral posible y cobrar su sueldo completo a fin de mes. Esto es lo que muchos llaman un “maestro”. Es un casi gurú en las organizaciones entre los empleados (obviamente no para los jefes).

Piénsalo bien. Un empleado no tiene una meta como la de un emprendedor. El solo quiere su sueldo o beneficios. Son pocos los empleados que dan más de lo que acuerdan dar al momento de ser contratados. Y esto no es malo. Lo que es malo es en dar menos trabajo de lo que recibes a fin de mes en tu boleta de pago (o tu recibo por honorario). He allí el secreto mágico de ese gurú empleado que sabe cómo pasar todo el mes con la mínima carga laboral posible y no recibir ningún descuento en su boleta (o recibo por honorario) por ello.

Entre lo más evidente tenemos
  • Llegar tarde y retirarse a su hora exacta, sin recuperar las horas de tardanza (cuando no hay control del horario)
  • No cumplir con “ciertas” tareas que se pueden traspapelar u olvidar a no ser criticas
  • Inventar enfermedades para ausentarse de su trabajo pero recibir el pago por dichas ausencias
  • Pasar horas frente al computador en páginas de diversión (Facebook, Youtube) sin realizar su trabajo y justificar sus incumplimientos por factores ajenos a el.
  • No contestar el teléfono fuera de su horario de oficina para posibles emergencias laborales
Y es que muchos responderán que “tienen su propia vida personal” y que debe respetarse esta vida. Pero seamos honestos, nadie construye una empresa exitosa con un horario de 8 horas al día. Eso es imposible. Todo emprendedor y empresario sabe que debe trabajar las 24 horas al día por su negocio (incluso 7 días a la semana y los 365 días del año) y así lo hacen. Sin embargo los empleados no. Es obvio entonces que cuando hay que repartir beneficios se repartirán mucho más entre quienes más trabajaron y más riesgo asumió.

Y esto es algo que lo empleados no entienden al momento de exigir sus beneficios. Porque son muy buenos para exigir lo que merecen, pero son muy malos al momento de entregar lo que deben.

Es obvio que existe un sector de la población laboral que si es profesional y en todo sentido. Y es esta población laboral es la que las empresas se pelean por conseguir, y al pelearse, cada empresa lucha por ofrecer más y mejores beneficios como son utilidades, seguros médicos, capacitación, clubes, etc. Pero sucede todo lo contrario con el otro sector (que es la mayoría) al que hay que constantemente supervisar para asegurarte que al menos cumpla con el trabajo mínimo pactado.

En todo este sentido pienso que la nueva ley sobre beneficios laborales se promulga pensando en aquel sector que no es el sector más deseado. Es obvio que si eres bueno en lo que haces, pronto la empresa de la competencia te ofrecerá más beneficios para que te cambies. Allí no aplica ley alguna. La ley aplica para aquellos que se les ofrece el mínimo, porque lamentablemente no aportan incluso el mínimo.

A esas personas que abundan, que no desarrollan capacidades para volverse indispensables o que simplemente no aportan ni apoyan ni demuestran compromiso es para las que se debe crear una ley que los protega de la sobre explotación. Y es cierto que existe la sobre explotación de estas personas con regímenes laborales de 12 horas, sin reconocimiento de ningún tipo. Y por ello esa ley va a ese sector.

Recuerda, las empresas tienen a sus profesionales más deseados bien pagados, pero a los que buscan engañar y son “vivos y criollos” prefieren hasta incluso tercerizarlos. Ellos, tienen que luchar con cientos de personas “vivos y criollos” que también quieren un puesto de trabajo y dada esa abundancia sus sueldos caen. Y hasta se vuelven piezas de fácil recambio haciendo que sus sueldos caigan rápidamente al mínimo, y hasta incluso al no encontrar puestos laborales se sub oferten aceptando trabajar fuera del sistema formal, sin beneficios y sin seguridad.

Pero seamos honestos, esto no sucede con un trabajador que es “punche”, que es “puntual”, que es “comprometido” y que a sabiendas que le falta conocimiento o formación aporta un poco más para compensar esa deficiencia. Esos trabajadores son valorados e incluso reciben “premios” en sus puestos como pequeños bonos o capacitación para que crezcan. Pero seamos honestos, de estos trabajadores hay poquísimos y yo también estoy buscándolos.
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El cancer de todo emprendedor y de la sociedad: La formación y los comerciales


Siempre converso con muchas personas sobre diversos temas, sin embargo existe uno recurrente que siempre genera interés a todos y que además se encuentra presente en nuestra sociedad y de alguna manera siempre nos toca de cerca: nuestros grandes problemas como sociedad y como solucionarlos.

Existe una lista amplia de problemas en nuestra sociedad y muchos de ellos (la mayoría) me parece que tienen un inicio en una raíz simple y básica: nuestra formación complementado gracias a lo que recibimos a lo largo de nuestra vida: los medios de comunicación.

Podemos enumerar muchos problemas de la sociedad como la delincuencia evidenciada en el robo, en la corrupción, la drogadicción, el alcoholismo, la prostitución, etc. También podemos enumerar otros problemas no tan extremos como el egoísmo, la viveza, la mentira, el engaño, entre muchos más.

Y todos estos problemas tienen un origen simple, aunque un poco inocente, y que nunca somos capaces de cambiar, me refiero a nuestra educación y los medios de comunicación.

El Problema de la Educación

El proceso de educación que se realiza en las aulas, que parte por la premisa de calificar y generar un ranking (escala de puestos) para identificar a “los mejores” genera al mismo tiempo una lista inversa llamada “los peores”. Se nos forman desde pequeños para ser “los mejores” en aquellos ranking que se definen en las aulas con el pretexto de medir el aprendizaje de habilidades y conceptos que serán útiles para la vida. Se genera y fomenta una obsesión compulsiva en todos los niños en lograr los primeros puestos. ¿No me crees? Piensa cuando llegabas a casa con una “mala” calificación.

Aquellos que logran esos primeros puestos son recompensados por todos, mientras los que no, simplemente son sancionados de cualquier forma posible desde el salón de clases hasta lo más interno de la familia. Es obvio que en un ranking nunca todos podrán estar entre los mejores. Es obvio que ese maldito ranking es lo que empieza a definir nuestra sociedad como un sistema discriminador, selector y destructivo.

Esto se evidencia ya que a cualquier individuo de nuestra compulsiva sociedad no le gusta “perder” (lo que es sinónimo de no estar en el top del ranking). A nadie le gusta ser último en cualquier cosa (por ejemplo la cola del pan o del banco) e incluso no nos gusta hacer cola. A nadie le gusta ceder y compartir. Dicho de otra manera, nadie se encuentra dispuesto a dejar de luchar por ser el primer puesto en todo lo que relativo a la vida en sociedad podemos.

Haz este simple experimento en tu entorno social. Empezando en frívolas discusiones sobre cuál proyecto (carretera, hospital, colegio, etc) debería priorizar un gobierno para beneficio de sus ciudadanos; o pasando por cuál candidato debería ganar las elecciones; qué acción debería realizar un ministro, un alcalde, un policía, un congresista, etc para ser “mejor”. Nos pasamos la vida pensando que nuestra opinión es la más importante y válida (esta en el primer puesto del ranking) y que todos deben pensar igual.

La respuesta es más que obvia. Vamos por el mundo chocando con todos porque nadie piensa igual a nosotros. No nos gusta que nos digan que nuestra idea realmente no esta en el top de los ranking y que incluso es una “mala” idea.

Pasa lo mismo con tu ropa, tus cosas, tus costumbres, tus ideas, etc. Siempre andas buscando “lo mejor” para ti. Quieres todo lo que está catalogado como top de aquellos rankings inventados por sabe dios quien. Y por eso andas en disputa con todos quienes te rodean. Desde la “calidad” de la ropa que compras, el modelo de carro que manejas, la comida y/o restaurant que frecuentas, los lugares donde vas a “pasar el rato”, el tamaño y “nivel” de tu casa, etc. Siempre andas compitiendo inconscientemente por todo con todos. Y esto es resultado de que cuando eras un pequeño niño inocente de algunos años de edad y te programaron el cerebro para vivir con rankings de mejor a peor para calificar todo lo que te rodea en esos rankings.

Sucede que muy pocas personas en la sociedad se alegran cuando alguien logra obtener algo mejor que uno mismo. ¿Acaso te alegras cuando tu amigo, vecino o conocido tiene un mejor auto que el tuyo? ¿Acaso cuando tienen una mejor casa? ¿Te has dado cuenta que tan mezquino se puede llegar a ser cuando te enteras que otros están en un mejor “ranking” que el tuyo?. Si tu eres de esas personas, entonces eres de ese pequeño grupo que aún lleva la esperanza y felicidad hacia todos los demás. El resto vive odiando, comparando y envidiando lo que el resto logra cuando es “mejor” que lo que uno tiene.

El Problema de los Medios de Comunicación

Luego de todo el problema de formación, tenemos el segundo gran problema, los medios de comunicación. Y es seguro que pensarás en programas de TV basura, noticieros sensacionalistas, novelas retrogradas y cuando demás tema te creiste cuando aquellos mismos medios te decían cual era el problema. Es cómico que no hayas reparado que son los mismos medios de comunicación los que te hacen “ver” cual es el problema de los mismos medios de comunicación. ¿Irónico? Ahora entenderás.

El verdadero problema de los medios de comunicación son unos pequeños videos muy cortos y que bajo la lupa de calidad, moralidad, y demás revisiones pasan desapercibidos; pudiendo también ser vayas impresas en las calles de la ciudad; o cuadrados insertados en las páginas web en internet, diarios o revistas impresas, etc. Me refiero a los comerciales. Todo tipo de comerciales ya sea de televisión, radio, periódicos, vallas publicitarias y demás.

Cuando hace mucho tiempo se definió el marketing como una forma de comunicar productos a la sociedad para cubrir las necesidades de la misma sociedad todo andaba relativamente bien. Pero en algún punto de la historia se decidió modificar esta definición y ya no se buscó “cubrir” las necesidades de la sociedad; todo lo contrato se buscó como objetivo supremo “crear” necesidades donde no existían.

Y con este gran cambio se busca que la publicidad (comerciales) cree necesidades allí donde realmente no las necesitas. ¿No me crees? Y es que todo comercial se puede resumir en la siguiente frase: “Tu apestas, eres gordo, feo, chato, viejo (cualquier adjetivo negativo y que te aleje de tu felicidad) pero todo se soluciona comprando mi producto”. Aplica esta frase a todo comercial que tengas delante tuyo y verás. Desde comprar gaseosa, ropa, comida, hasta el modelo de auto, la casa, el trabajo, etc. Todo se vuelve un ritual en respuesta a esos comerciales.

El caso más evidente es la compra de telefonos celulares. Tu teléfono funciona bien, pero como no tiene el ultmo modelo que contesta las llamadas con tu voz y no puedes contestar en la ducha mientras tu jefe te llama, necesitas comprarte un nuevo teléfono. ¿Ya recuerdas el comercial? Obvio no todos caen con el mismo comercial, pero entre los cientos de miles de comerciales diseñados para toda la sociedad, vamos cayendo en algunos y gradualmente toda la sociedad queda sumergida en deseos productos de necesidades que no existían.

Es curioso que la mayoría (por no decir todos) le sea difícil ahorrar el sueldo e incluso llegar a fin de mes. Apenas alguien tiene dinero en las manos, automáticamente ya sabe que va a comprar. Algunos incluso antes de recibirlo. El resultado es ahorro cero.

Piensalo bien. Si un comercial busca en resumen destruir tu autoestima a cambio de decirte que su producto te genera felicidad, entonces el objetivo máximo del marketing se vuelve en destruir autoestima sistemáticamente en nuestra sociedad. Y esto se evidencia cuando alguien tiene un producto de “mejor” nivel que el tuyo (según esos rankings que sabe dios quien creó). Mayormente sentirás angustia y/o cualquier sentimiento contrario a la felicidad.

Si sumas el tiempo que pasas durante tu vida frente a comerciales de todo tipo, observarás que es más tiempo del que pasas en aulas estudiando. La diferencia se encuentra en que los comerciales son multimedia, a todo color y con muchas personas llamativas llamados “modelos”, incluso muchas veces se exacerban los desnudos, caderas, pechos y demás para captar tu atención. ¿Te imaginas si un profesor tuviera ese nivel de atención de un estudiante? Tal vez habría que incluir algunas curvas en los salones.

Es claro que los comerciales generan un gran efecto en cada uno de nosotros y ese efecto es realmente negativo. Cuando un comercial logra su objetivo significa que han destruido la autoestima de las personas y les prometen devolverles esa autoestima comprando el producto promocionado. Piensa en Apple y sus iphones. ¿Ahora lo entiendes?

Lo que sucede es que algunos podrán comprar todo lo que los comerciales les “venden”, bien por ellos. Luego están el resto de los que no pueden comprar. Algunos de ellos se endeudarán con los bancos para hacerlo mientras que los que no pueden endeudarse comenzarán a robar, en las distintas formas de robo que puede haber (desde carteras, autos, bancos, hasta las arcas del gobierno). Aquellos que no puedan endeudarse generarán delincuencia y corrupción.

Piensalo bien, ¿Tu crees que un drogadicto puede planificar un secuestro? ¿Asaltar un banco?. Piensalo bien, ¿Por qué piensas que un presidente regional, un juez, un policía, etc quiere más dinero? La respuestas es porque no le alcanza. Algunos robarán unas cuantas monedas, otros millones de ellas, pero todos ellos hacen lo mismo. Querer comprar esos productos que vieron y que quieren tener. Si no ¿Para que más vas a querer robar?

Más aún, si mides el efecto social de tener ciudadanos con la autoestima baja, verás que esto refuerza los problemas sociales que tenemos. Una persona con la autoestima baja no puede sostener buenas relaciones familiares, maritales, sociales, laborales y de todo tipo que puedan existir. Será infeliz y eso será lo que compartirá con todos. Al mismo tiempo que para intentar sentirse mejor buscará en su ranking a aquellos que se encuentren debajo de él e intentará engañarse pensando que esta “mejor” que ellos. El resultado es que todos nos presionamos a subir en el ranking de lo que sea que quieras medir y presionamos a los demás a hacerlo cuando nosotros estamos arriba en el ranking, pero no nos gusta cuando alguien que esta mas arriba lo hace con nosotros. ¿Curioso no?

Esto es importante, porque muchas de estas personas inician sus emprendimientos porque piensan que tendran “mas dinero” y podrán ubicarse en una mejor posición del ranking haciendo sus emprendimientos. Y el resultado es más que obvio. Esas personas fracasarán, y lo harán porque viven mirando no las oportunidades, sino lo que no pueden tener. Viven comparando a los demás en vez de identificar oportunidades en donde todos ganen (y tu emprendimiento también lo haga), es decir tienen una miopía de negocios y por ella están condenados a fracasar.

Foto: Un claro ejemplo de un producto "nuevo" de la misma versión.
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Una mentira al descubierto: La verdad que ocultan los 'orígenes del garaje' de Silicon Valley

Foto: El garaje que Google alquiló durante cinco meses cuando ya era una empresa millonaria


En tecnología, la norma es jactarse de orígenes humildes. Como los de Apple o Google. ¿La trampa? Que ninguno es como lo cuentan.

La tecnología viene de Silicon Valley y Silicon Valley viene de un garaje. La leyenda es así de simple; lo complicado es decidirse por qué garaje. Está el del número 367 de Addison Avenue, en Palo Alto, donde se encerraron en 1938 William Hewlett y David Packard a experimentar con dispositivos electrónicos y del que hoy cuelga una placa que reza: “Lugar de nacimiento de Silicon Valley”. O el del 2066 de Crist Drive, en Los Altos, donde Steve Jobs y Steve Wozniak construyeron el primer ordenador Apple que se vendió al público en 1976. Y luego está el del 232 de Santa Margarita Avenue, en Menlo Park. Ese lo alquilaron en 1998 dos jóvenes llamados Larry Page y Sergei Brin para llevar allí el desarrollo de su joven empresa, Google. El aparcamiento está sorprendentemente intacto hoy. Con la alfombra azul que la entonces dueña de la casa, Susan Wojcicki, hoy consejera delegada de YouTube, puso para que los arrendatarios se sintieran más a gusto. La mesa de ping pong con la que se tomaban los descansos. Todo dispuesto para que el mito parezca real y nada recuerde que en realidad Google se había fundado dos años antes; tenía ya recabado más de un millón de dólares de varios inversores; y el ahorro que les suponía alquilar un garaje en lugar de una oficina era risible. Es más, en enero de 1999, tras solo cinco meses pisando la alfombra azul, los nueve empleados de Google se mudaron a unas oficinas convencionales. Pero el garaje está ahí, es propiedad de la empresa desde 2006, y los beneficios que genera en su mito fundacional son incalculables.

Ese es el poder mágico del garaje. Un empresario que lo menciona no solo está evocando el trabajo duro con el que Hewlett y Packard levantaron un imperio tecnológico desde su taller improvisado en Palo Alto. Y tampoco es solo que recuerde a los intrépidos visionarios de Apple a los que el mundo terminó dando la razón. Se está sumando a una larga tradición a la que pertence Walt Disney, que fundó su empresa en el garaje de su tío Robert en 1923 y que más tarde usó dos estacionamientos como estudios de animación improvisados. O Harold Matson y Eliot Handler, que en 1945 vendían marcos de madera para fotos y, con el material sobrante, fabricaban juguetes en su garaje. Fusionaron sus nombres y, llamados Mattel, crearon a Barbie y llegaron a convertirse en una multinacional de primer orden. O Michael Dell con la firma que lleva su apellido. O Jim Casey, de UPS. El mito del garaje transmite una serie de imágenes y valores admirables. Emprendimiento. Generación espontánea de ideas brillantes. Trabajo duro. La libertad de ser tu propio jefe y desarrollar tu propia visión. La ingenuidad de pensar que todo va a salir bien y la humildad de seguir trabajando cuando así es. El garaje no es solo un enclave geográfico. “Es un estado mental. Es el rechazo del statu quo. Es afirmar: ‘No necesito docenas de ingenieros con máster para hacer frente a la competencia”, explica Guy Kawasaki, exempleado de Apple y autor de varios libros sobre emprendimiento en Silicon Valley. El garaje es un símbolo. Una aviso del género al que pertenece el origen de cada empresa. Es el sueño americano. También es mentira.

“Es demasiado romántico y demasiado individualista”, protesta Dan Heath, periodista de Fast Company y autor, junto a su hermano Chip, de varios libros sobre estrategias empresariales. “Nos hablan del mito del garaje y visualizamos a dos tipos que crean algo brillante en secreto y luego se lo muestran a un mundo más que receptivo. Es decir, da una idea errónea de lo que se necesita para triunfar. Si quieres empezar una empresa, tus tareas son encontrar trabajo, aprender cómo funciona la industria y hacer contactos. Claro, es mucho más aburrido que una idea maravillosa desarrollada en un garaje”.

Pocos mitos del garaje aguantan un mínimo de escrutinio. Todos acaban revelando los factores clásicos que menciona Heath. Gente bien conectada con buenas amistades, experiencia en otras empresas y más capacidad organizativa que visión. Hewlett y Packard, por ejemplo, se conocieron siendo estudiantes en Stanford el año 1930, en plena Gran Depresión, cuando montar una empresa era impensable. Packard trabajó para General Electric durante años, donde aprendió de todo. Es más, uno de sus amigos de allí, John Cage, terminaría de profesor universitario y dirigiría hacia su negocio a todos los alumnos prometedores, lo cual fue determinante en el futuro imperio Hewlett Packard (en adelante, HP).

El mito original de Apple también olvida aquella vez en 1967 cuando un niño de 12 años llamó a las oficinas de HP. Era Steve Jobs y quería componentes para construir un contador de frecuencias. Hewlett se quedó tan impresionado con el chaval que le ofreció un trabajo de verano en su boyante negocio. “Lo que aprendí allí fue la base de lo que sería Apple”, confesó Jobs en una entrevista 2003. Así pudo recomendarle a su socio, Steve Wozniak, al que conoció a través de un amigo en común, que entrara a trabajar en HP en 1973, mientras él siguió formándose en la recién creada Atari. Todos estos elementos serían fundamentales en 1976, cuando se fundó Apple. Wozniak se había dado cuenta de que el ordenador que tenía en mente no interesaba en HP. Jobs trajo a Ronald Wayne, el tercer fundador de la empresa, de Atari. Para entonces, ya no eran unos jóvenes jugando con una idea. “Nadie quiere oír la historia de los chicos ricos que se citan en el Marriott para idear un plan de negocio. Eso no es romántico”, ha escrito Heath. Y no hace falta remontarse tantas décadas para encontrar elaborados mitos de garaje. El de Facebook, por ejemplo, es quizá el más sofisticado: un joven estudiante, Mark Zuckerberg, ideó un producto en su residencia en Harvard con la ayuda de unos amigos y, con pocos intermediarios más, el mundo les hizo ricos. Esta variación no esconde los elementos menos populares, sino que los disfraza. Harvard sale como un centro rancio y reacio al cambio, no como la universidad adonde acuden las élites. Los amigos de Zuckerberg aparecen como estudiantes entusiastas, no jóvenes ricos con ganas de invertir en algo.

También se cuenta que en 2005 unos amigos, Chad Hurley y Steve Chen, grabaron a un tercero durante una fiesta y, al ver lo complicado que era subir el metraje a Internet, decidieron fundar YouTube. No se cuenta que Hurley había sido uno de los primeros empleados en PayPal e incluso les había diseñado el logo. Y que su suegro, James Clark, es el fundador de Netscape Navigator. Es decir, los creadores de YouTube eran más de dos y tenían conexión directa con inversores. Meses después, Steve Chen le confesó a la revista Time que la anécdota de la fiesta había sido “adornada” para que sonara mejor.

El mito hecho realidad

La fábula es cada vez más popular. En 2005, dos profesores de la Universidad de California hicieron un estudio entre sus alumnos: el 89% de ellos podía citar alguna empresa creada de esta manera. Solo un 48% de las empresas se crea así, pero el estudio estima que las apariciones en la prensa de los mitos de garaje se multiplicaron un 250% entre 1980 y 2000. Y como cualquier mentira contada las suficientes veces, se está acercando a la realidad. Cuando la Comisión Nacional de Emprendimiento estadounidense estudió las raíces de las empresas mas grandes del país en el siglo XX concluyó: “En 1917, los emprendedores solían ser aquellos a los que se les negaba el éxito por otras vías. En 1997, emprenden aquellos que se pueden permitir el riesgo. El valor de la experiencia previa parece haberse disminuido”. Ninguna de las empresas estudiadas, por cierto, se había creado de la nada.

El mito le pone cara a dos motores tangenciales pero inagotables del capitalismo actual: el sueño americano, según el cual un hombre puede llegar a lo más alto solo trabajando duro; y el ego de la industria tecnológica, obsesionada por la idea de irrumpir en el mundo. Pero no por ello es imposible de exportar. Cuando Zaryn Dentzel, por ejemplo, trajo a nuestro país un poco de Silicon Valley con Tuenti, la red social española más poblada, también trajo ese mito. “Llamé a mis amigos de aquí y les dije que había que montar esto. Que había que montar Tuenti. Cuando empezamos a trabajar éramos cuatro personas. No había agenda, ni reuniones, ni calendario, ni nada, solo éramos cuatro tipos muy jóvenes que hacían código”, resume hoy. Su empresa ha crecido, pero de la mano de Telefónica. “Creo que poco a poco en España se ha ido entendiendo lo importante que es emprender y tomar las riendas de su propio futuro”.

Es lo que le pasa a los mitos demasiado atractivos. “Cuanto más cuentas una historia, más evoluciona”, explica Heath. “Se van resaltando los individuos, no las organizaciones. Los momentos particulares, no el progreso gradual. Creo que la historia de YouTube se hará aún más triunfal con el tiempo. Más majestuosa”. Con tal de que nadie se la crea.

Fuente: http://bit.ly/1yfWQJ2
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