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Lo que se “debe” hacer!

Siempre he escuchado esta frase de muchas personas y hoy por hoy estoy un poco cansado de seguir escuchándola de personas que solo se limitan a ello; al mismo tiempo que nunca han empezado siquiera algo para cambiar ellos mismos lo que con tanto esmero le reclaman a todos los demás se debe hacer.

Somos experto es indicar lo que la persona sentada a nuestro lado “debe” hacer. Brindamos indicaciones detalladas, sugerencias complejas, ordenes definitivas cuando nos piden opiniones a problemas que pueden ser cotidianos o también transcendentales. Al mismo tiempo criticamos rápidamente a las personas que desafían nuestros comentarios, culpándolos de sus problemas, y asegurando que no existe otra forma de solución posible que no sea la que le indicamos como una orden en plana guerra.

Y es que todo el mundo se imagina un director de orquesta con cien personas a su mando, cuando en la realidad no hay más que ella misma para hacer las cosas y tomar acción.

¿Es tan difícil entender que el que debe cambiar es uno mismo y no los demás?

Lo que sucede, a mi parecer, es que enfrentamos la facilidad de acusar a los demás por nuestra frustración ante nuestro miedo de hacer las cosas diferentes. Siempre pedimos a los demás ser diferentes y cambiar para lograr los objetivos (un mundo mejor, una mejor profesión, mejor rendimiento académico, etc.), pero nunca queremos ser nosotros lo que cambiemos. Vivimos acusando a los demás por las miserias de nuestra realidad y nos vemos a nosotros mismos como pequeños seres insignificantes que no somos capaces de lograr el más mínimo cambio en aquellas cosas que deseamos con ansias cambiar.

Ya estoy harto de aquellos que siempre me piden hacer cosas pero que no han hecho nada. Creo que debemos empezar con el ejemplo.

Vivimos en la sociedad de “lo que se debe hacer”, ya que somos expertos en ello. ¿Cuándo entenderemos que cada uno de nosotros debe empezar con acciones concretas, aunque pequeñas, para lograr el cambio que queremos. Y para ello solo debemos empezar a confiar en nosotros mismos y en que las acciones que hacemos, por pequeñas que sean, sumadas en el tiempo nos llevaran al objetivo que buscamos. Sin embargo necesitamos confiar y creer en ello, algo que no es muy común en nosotros, mas aun considerando que siempre pedimos ver algo para creer en ello.

¿Es posible creer en algo que no hemos podido ver o comprobar?

Hemos sido educados para ver las cosas que existen a nuestro entorno y verificarlas para asegurar que allí están. Pero hemos caído en el error de creer que solo las cosas que podemos sentir o ver son las únicas que existen y que pueden ser realidad.

Pedir a una persona de la edad media poder identificar los rayos x, que son muy comúnmente usados en la actualidad en las radiografías, hubiera sido algo imposible. Hablar de fuego antes de su descubrimiento debe haber sido muy difícil sobre todo con un idioma tan primitivo de aquellas personas en evolución que eran nuestros antepasados. Romper la barrera del sonido, la tecnología de los teléfonos celulares, la clonación y muchas cosas más que ahora son tan cotidianas.

La historia de la humanidad está llena de ejemplos que nos recuerdan lo incrédulos que somos y que ello nos limita a avanzar.

Sin embargo no pido que creamos que podemos inventar la revolución científica como un viaje a la velocidad de la luz, la tele transportación, el energía de fusión y descubrir más partículas elementales. Lo único que pido es creer que podemos hacer las cosas mejor y que si cada uno de nosotros empezamos a cambiar y hacer las cosas que pedimos a los demás podremos lograr cambios radicales en nuestra sociedad, ya que toda gran hazaña es simplemente la suma de muchas pequeñas acciones.

¿Cómo se relaciona el tiempo con esto?

Es muy simple. Un día conversando con mi amigo José, el me comento una idea muy interesante sobre como realmente entendemos el tiempo. Me puso el siguiente ejemplo:
“Pídele a un niño de cinco años, que espere el próximo año, para hacer algo (puede ser un viaje, un regalo, o simplemente cualquier cosa) y veras que el pobre se desesperara. Pídele a una persona mayor, de más de cincuenta años lo mismo, y veras como te dice… ok!”
Cuando somos jóvenes medimos el tiempo basado en lo que hemos vivido, y por ello para un niño de cinco años, esperar un año es como esperar un quinto de toda su vida. Mientras que a una persona de cincuenta años, es esperar solo un cincuentavo de su vida. Es por ello que las personas con gran experiencia y edad planifican a largo plazo con mejor efectividad que un joven inexperto desesperado por conseguir las cosas rápido.

Y es por esto que no podemos esperar a ver el resultado de pequeñas acciones en un periodo de tiempo, porque simplemente queremos lograr las cosas rápido.
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