En los últimos meses se ha mencionando con más fuerza el tema de “innovación” como uno de los nuevos ejes motores de las empresas, los países y en general de las sociedades.
Es conocida la “historia” de las civilizaciones referente a las épocas desde el punto de vista económico. Frases acuñadas como la “edad nómade”, la “edad recolectora”, la “edad agrícola”, la “edad industrial”, “la edad de la información”, la “edad del conocimiento”… y ahora la “edad de la innovación”.
Si bien es cierto, existen aún muchas ideas y opciones sobre la edad que sigue a la “edad de conocimiento”, es esta última edad que en todos los países del primero mundo es el estándar de la industria pero que en América Latina aun está en proceso de serlo.
Sin embargo gracias a la globalización, la internet, el crecimiento poblacional, el desarrollo de mayores y mejores comunicaciones podemos ver que ahora todas las sociedades están interconectadas y de alguna manera nivelándose rápidamente entre sí. Es por ello que, si bien no tenemos una “edad de conocimiento” muy acentuada en nuestra región (y país) ya estamos pensando en el posible siguiente nivel… “edad de la innovación”.
La maduración de la optimización
Uno de los problemas, desde el punto de vista económico-empresarial, que nuestras organizaciones enfrentan para innovar es el nivel de madurez empresarial.
Conversaba con un amigo que, por ejemplo, en el sector construcción, aún tenemos mucho por optimizar desde procesos, mano de obra, uso de tecnologías, equipos y herramientas y gestión administrativa y de proyectos. Entonces según conversábamos revisando estudios internacionales identificábamos que, aún nuestras empresas no están enfocadas en “innovar”. Esto se podría explicar dado que los responsables de tomar decisiones de alto nivel aun saben que pueden (y deben) optimizar la organización para generar mayores utilidades y resultados de todos los niveles.
Es por ello que cuando una empresa se enfrenta al dilema de la inversión de recursos para actividades para el fomento de la innovación (para de alguna manera generar una ventaja en el mercado y mejorar sus resultados) encuentra que puede siempre mejorar sus resultados simplemente optimizando su empresa y, por lógica, descarta el camino mucho más riesgoso de la investigación para llegar a la innovación.
Esto podría ser resultado de, por ejemplo, que en Perú aun no hemos madurado como economía “capitalista” que basa su crecimiento en el crecimiento de empresas. Dado que tenemos una historia capitalista muy breve (podría decirse empezando en aquella época cuando Velasco Alvarado fue derrocado por el año 78) y lo mismo sucede en el resto de América Latina: países jóvenes empresarialmente hablando.
No podemos exigirle peras al olmo
Otro de los problemas existentes es la falta de un lenguaje, área de conocimiento o “puente” que una los conocimientos de administración y gestión con los de investigación en ciencia y tecnología para poder generar la sinergia que impulse el desarrollo de investigación para la innovación empresarial.
Sucede que una persona no invertirá (y por ende su organización) en algo que no entiende. Si las personas responsables de tomar decisiones de alto nivel en las empresas desconocen por lo menos los conceptos básicos de ciencia y tecnología será imposible que se comuniquen con los ingenieros y científicos capaces de desarrollar investigaciones para el fomento de la innovación. Y sucede lo mismo en el campo contrario. Si un ingeniero o científico desconoce el lenguaje y las necesidades económicas de una empresa, (y centra su actuar a nivel filosófico y/o social económico) será incapaz de pensar en soluciones necesarias para las empresas, para así convencer a estas últimas de invertir y arriesgar para descubrir las innovaciones que impulsen tanto el sector económico empresarial como el sector de ciencia y tecnología de una nación.
Esto sucede en los países en donde se entiende que la especialización educativa es el factor fundamental del avance del conocimiento pero soportado en la creación de una capacidad de interconectar las diferentes áreas del conocimiento con profesionales no especializados responsables de soportar, por hacer una analogía, las puntas del taladro que avanzan para hacer los grandes descubrimiento de la humanidad.
Es simple de ver planteándonos las siguientes preguntas: ¿Alguna vez un científico se ha preocupado en la depreciación económica de los equipos en sus laboratorios? ¿Alguna vez un empresario se ha preocupado en la interacción electrostática de los iones de oro? La respuesta es NO.
La innovación necesita como uno de sus pilares una gran autoconfianza
Si tuviéramos los recursos, los equipos, los conocimientos y el tiempo adecuado para desarrollar investigación para el fomento de la innovación pero tuviéramos profesionales de la ciencia e ingenierías incapaces de asumir riesgos, retos y caminar en áreas del conocimiento donde nunca nadie lo ha hecho (con autoestima baja o nula), entonces la innovación será imposible.
Si al mismo tiempo tenemos una sociedad empresarial llena de personas “analfabetas” científicamente, que solo pueden ver avances en la optimización de sus organizaciones (y esto puede con llevar a la explotación y maltrato social) entonces nunca encontraremos los factores necesarios para desencadenar la sinergia para desarrollar innovación en nuestra sociedad.
Finalmente la innovación debería desarrollarse, como las demás áreas del conocimiento, en pos de la búsqueda de un mejor nivel de vida para nuestra sociedad. Sin embargo, sin haber alcanzado si quiera el nivel de innovación inicial, aun ahora nuestras áreas de conocimiento se aplican para el fomento de investigaciones extranjeras. Es decir, se busca colocar profesionales en proyectos internacionales para asegurar su “éxito” profesional.
Es fácil entender que, con los pocos recursos disponibles, formamos profesionales duramente esforzados para aprender, y luego de semejante esfuerzo los despedimos y regalamos a otros países para que usen sus capacidades en pos de soluciones para sus sociedades.
Esto se evidencia por la fuga de talentos en todas las áreas del conocimiento de nuestra sociedad.
Entonces pregunto: ¿Qué podemos hacer?
¿Alguien se anima a ensayar alguna idea innovadora para desencadenar la innovación? ¿Alguno tiene la autoestima suficiente para llevarla a cabo? Estas invitado!
Ilustración: Dibujo de la clasica historia del teléfono y como al no encontrar apoyo por parte de los grandes, su inventor decidió apostar el mismo para conseguir la inversión que necesitaba, aprendiendo de negocios y ya no solamente de electricidad.